Reflexiones sobre la realidad de enfrentarte al mundo en solitario.
¡Hola! Primero que todo, te doy la bienvenida a este blog en el que compartiré contigo los mejores consejos sobre viajar en solitario e información práctica.
En este artículo te hablaré sobre esas realidades de viajar solo/a y de las que poco se habla. Si estás pensando en dar el primer paso para ese primer viaje en solitario, te doy la más sincera enhorabuena ya que será una de las mejores decisiones de tu vida, como fue la mía propia, pero también hay cosas que se deben tener en cuenta y estoy aquí para contártelas.
Antes de emprender un viaje en solitario nos vienen inseguridades a nuestra mente como: ¿Qué pasa si me siento solo?, ¿Seré capaz de manejarme en un lugar desconocido? o incluso ¿Es seguro viajar solo/a?. Estas son preguntas muy comunes cuando estás a punto de lanzarte a una nueva aventura por tu cuenta, y créeme, no estás solo en sentirlas. Pero lo más bonito de viajar solo es que, a medida que superas esos miedos, descubres lo fuerte y capaz que realmente eres.
Después de viajar sola alrededor del mundo durante más de cuatro años (los catorce anteriores los hice acompañada), puedo decirte que estas experiencias han sido, sin duda, las más enriquecedoras y desafiantes de mi vida.
Enfrentarte al mundo en soledad conlleva realidades de las que rara vez se habla. Cada vez que pongo un pie en un destino desconocido, tengo miedo. La vergüenza me ha invadido al entrar las primeras veces en un restaurante. He llorado en habitaciones de hoteles sintiendo la soledad e incluso he compartido intimidades con personas desconocidas sabiendo que no sería juzgada.
Aun así, he obtenido algunas de las mayores recompensas: sentirme cada vez más fuerte y más humana, descubriendo quién soy de la manera más auténtica. Y, sobre todo, he aprendido a valorar la soledad como una compañera en lugar de un enemigo, disfrutando de momentos de introspección y queriéndome como antes no lo hacía.
Por eso, he decidido contarte esas realidades a las que me he enfrentado y que seguramente, tú también lo harás. Esto no es para alejarte de ese primer viaje solo/a, sino para darte una visión real de lo que significa y poder empatizar con esos sentimientos, totalmente normales.
MANEJAR EL ESTRÉS Y SITUACIONES COMPLICADAS
Viajar solo significa poder hacer cualquier cosa sin la compañía de nadie. Te enfrentarás a situaciones que deberás resolver por ti mismo/a, y muchas de ellas no serán del todo agradables. Por ejemplo, buscar el transporte adecuado puede convertirse en un desafío, especialmente cuando necesitas negociar el precio del trayecto con conductores que, en ocasiones, no son del todo transparente.
Por otro lado, debes contar con la posibilidad de enfermar o sentirte mal durante el viaje, lo cual puede volverse un reto aún mayor cuando estés solo/a. No tener a alguien que te ayude en esos momentos puede ser desalentador, pero también te obliga a confiar en tu capacidad para resolver los imprevistos. Recuerdo que una vez en México tuve una gastroenteritis fuerte, con fiebres altas, vómitos y otros problemas no agradables de contar; llamé al seguro para que me ayudaran y así lo hicieron pero también tuve que desplazarme completamente sola hasta el hospital, comprar los medicamentos, comida y resolver otras cuestiones en un estado en el que apenas podía moverme y en un lugar que no era mi casa. En esos momentos, aunque parecía que el mundo se me venía encima, aprendí que mi capacidad para resolver problemas era mucho mayor de lo que imaginaba. Fue una experiencia que, aunque difícil, me dejó con la sensación de que podía enfrentar cualquier cosa.
Debes tener en cuenta que perder puedes un tren, un vuelo o, peor aún, documentos importantes como el pasaporte. En estos casos, sentirás agobio pero lo principal es mantener la calma y actuar desde la serenidad, no desde el miedo o el estrés. Recuerda, en esos momentos no habrá nadie que pueda resolver la situación por ti, serás tú mismo/a quien deba encontrar la solución como me pasó en un aeropuerto en el que faltaba poco para que saliese mi vuelo. No disponía de datos móviles y no podía abrir el archivo con el billete de avión. El wifi no funcionaba y necesitaba coger ese vuelo, así que fui rápidamente a una tienda, le pedí por favor a la chica del mostrador si podía compartirme internet por un minuto pero no fue posible. Después de tres intentos, finalmente lo conseguí y pude volar.
Con esto, quiero decirte que no tengas vergüenza en pedir ayuda, muchas veces no podemos hacerlo todo solos. Esto es algo que he aprendido viajando sola, a confiar en las personas y a pedir ayuda en los momentos necesarios sin importar si obtenía un "no" como respuesta. Por otro lado, siempre lleva tus documentos en archivos a los que puedas acceder sin conexión (aprendí la lección).
MI SEGURIDAD E INTUICIÓN ES LO PRIMORDIAL PARA EMPRENDER UN VIAJE EN SOLITARIO
Conocer lugares impresionantes, probar la gastronomía local o explorar las maravillas naturales de un país pasan a un segundo plano cuando se trata de mi propia seguridad. Soy una persona extremadamente aventurera, dispuesta a enfrentar cualquier reto, y lo disfruto. Sin embargo, la seguridad siempre ha sido mi prioridad. He emprendido ascensiones en solitario por montañas, me he adentrado en la selva amazónica y he caminado por ciudades de noche, entre cientos de otras cosas, pero siempre lo he hecho asegurándome de que el entorno fuera seguro. Si por el contrario, no he sentido seguridad (que me ha pasado) he decidido no continuar.
A la hora de caminar solo/a por una ciudad desconocida hay varios factores a tener en cuenta y que son sumamente importantes. Durante mis viajes en solitario, he aprendido a moverme con cautela, especialmente en ciudades, que suelen ser puntos con mayor probabilidad de conflictos. Esto no significa que necesariamente vaya a pasar algo, pero es en estos entornos donde conviene extremar las precauciones debido a la gran afluencia de personas. Detalles como no exhibir objetos de valor, vestirse de manera sencilla o evitar estar constantemente con el teléfono en la mano. me han permitido pasar desapercibida y, quizás, evitar robos en más de una ocasión. Viajar en solitario implica estar en alerta gran parte del tiempo en cuanto a ciudades se refiere. Observar a mi alrededor antes de sacar la cámara en una plaza concurrida, cambiar de calle si la veo demasiado solitaria, o regresar al alojamiento antes de que anochezca, son medidas que tomo siempre por seguridad. Sin embargo, debo admitir que esto también puede llegar a ser mentalmente agotador, ya que requiere estar siempre pendiente del entorno.
En más de una ocasión he notado que me seguían por la calle. Sentí la presencia detrás de mí y tuve que ingeniármelas para salir airosa de esas situaciones: entrando en algún comercio, deteniéndome para enfrentar a la persona con una mirada fija que dejaba claro que sabía que me seguía, o simplemente acelerando el paso en un intento de escaparme rápidamente.
Esto puede pasar en cualquier parte, pero cuando estás viajando sola en un país extranjero, la situación puede sentirse aún más intensa. La vulnerabilidad se amplifica por el entorno desconocido y la falta de apoyo inmediato, lo que te obliga a estar aún más alerta y preparada para reaccionar. Realmente estas situaciones no ocurren con frecuencia, pero es importante saber cómo manejarlas.
COMER EN RESTAURANTES POR PRIMERA VEZ SOLO/A CUESTA UN POQUITO
No te voy a mentir diciéndote que las primeras veces que tuve que sentarme sola en un restaurante fueron experiencias increíbles, porque no lo fueron. Al principio me sentí incómoda, insegura, e incluso tenía la sensación de que todos me miraban. No era fácil disfrutar de la comida cuando mi mente estaba ocupada pensando en si me veía ridícula por estar allí sola. Sin embargo, conforme pasaron los primeros días de mi primer viaje en solitario las cosas cambiaron. Cada vez me sentía mejor conmigo misma y dejé de darle importancia a algo que solo estaba en mi cabeza.
Ahora que ha pasado el tiempo, puedo dejarte una reflexión: Muchas veces tendemos a pensar que las personas nos observan y nos juzgan pero eso no pasa. Hoy en día verás a muchísimas personas comiendo solas o tomando un café en total calma y tranquilidad. Solo debes pensar en que te estás eligiendo a ti mismo/a para disfrutar de uno de los mayores placeres de la vida como es el de comer. Y, al no compartir ese momento con nadie más que contigo, podrás saborearlo muchísimo más, apreciarás en profundidad los detalles y reflexionarás acerca de todo lo que te rodea. Es un pequeño viaje dentro de otro viaje y créeme si te digo que vale enormemente la pena.
Como recomendación para esas primeras veces, llévate un libro. Será una forma de evadirte del entorno y no sentirás esa presión social que crea nuestra mente.
EN MUCHAS OCASIONES SIENTES LA NECESIDAD DE COMPARTIR TU FELICIDAD CON OTROS
Cuando viajas experimentas uno de los sentimientos más bonitos como es el asombro por descubrir lugares maravillosos, hasta el punto de emocionarte viviéndolo. Sin embargo, haciéndolo en solitario no puedes compartir esa felicidad con nadie o al menos con nadie conocido y, en ocasiones, me ha pasado de necesitar hacerlo.
Cuando estaba en Argentina, concretamente en el Perito Moreno, sentí estar cumpliendo un sueño ya que hacía años deseaba poder conocerlo. Una vez llegué a las pasarelas desde las que se apreciaba aquel inmenso bloque de hielo y tuve ganas de gritar, saltar, expresarme de la forma más exagerada todo lo que estaba sintiendo. Recuerdo escuchar el estruendo de un bloque de hielo romperse para posteriormente caer al agua y me emocioné, pero no pude expresarlo de la misma manera de haber estado con alguien más en ese momento.
Aprendí a disfrutar todos esos grandes momentos conmigo misma, a tener conversaciones sobre lo que vivía, sobre lo que experimentaba y sentí haber conocido a mi mejor amiga. No quita que en ocasiones sienta la necesidad de compartirlo con un ser querido.
LOS DESCONOCIDOS SE CONVIERTEN EN PERSONAS CON LAS QUE COMPARTES TUS INTIMIDADES
Viajar en solitario tiene una cualidad inesperada: a menudo, las personas que acabas de conocer se convierten en tus confidentes más cercanos, aunque solo sea por un breve momento. Cuando estás solo en un lugar desconocido, sin tus amigos o familiares habituales para apoyarte, te ves obligado/a a abrirte a las personas que se encuentran en el camino. Desde el compañero de tren que comparte contigo unas palabras sobre su país, hasta el camarero que conoces en una cafetería.
Me ha pasado de estar contando intimidades, momentos complicados en mi vida a personas que no conocía de absolutamente nada, sabiendo que esa persona desaparecería en unas horas, sin juicios ni expectativas. Ese espacio de anonimato es realmente confortable, ya que puedes expresarte de la forma más real y vulnerable que con otras personas conocidas no serías capaz de hacer.
Recuerdo una vez que estaba esperando en una parada de autobús, intentando encenderme un cigarro, pero el mechero ya no daba para más. A pocos metros había un chico sentado en el arcén, con una enorme mochila y varias pertenencias a su alrededor, mientras fumaba tranquilamente. Aproveché la situación y me acerqué para pedirle fuego. Él me prestó su encendedor, y eso bastó para que empezáramos a hablar sobre nuestros respectivos viajes. Lo que comenzó como una charla casual, se transformó en una conversación más profunda. Terminé compartiendo con él algunos de los motivos personales que me habían llevado a viajar sola, y él, sin interrumpirme, me escuchaba atentamente. Me dio un par de buenos consejos, palabras de aliento y luego me confesó las razones por las que él también había decidido emprender su camino. Después, cada uno tomó un autobús diferente y nunca volvimos a cruzarnos.
Es en esos momentos en los que te das cuenta de que, aunque estés viajando solo/a, nunca estás realmente solo. Los desconocidos, sin saberlo, pueden convertirse en un espejo de lo que sientes en ese preciso instante. Compartir tus historias, tus miedos o tus sueños con ellos se vuelve parte de la experiencia de viajar en solitario, haciendo que cada conversación sea un pedacito de conexión humana que te ayuda a entenderte mejor a ti mismo/a y al mundo que te rodea.
___________________________________________________________________________
Y hasta aquí este primer artículo, que espero que te haya gustado. He intentado transmitir de la forma más honesta lo que realmente he sentido y sigo sintiendo al viajar sola. Para mí, es un constante aprendizaje, una oportunidad para descubrir no solo el mundo, sino también a mí misma. Cada viaje es único, lleno de retos, momentos de crecimiento y experiencias que no se repiten, pero que siempre dejan huella. Y esos sentimientos que te invaden o invadirán al hacerlo, quiero que sepas que son totalmente normales.
1 comentario
Llevo yo también tiempo pensando en hacer un viaje a mi bola. Hace un par de años hice 11 etapas del Camino de Santiago y la verdad que molo mucho. Ahora toca dar un paso más. Muchas gracias Sandra por compartir esto es muy útil y nos puede dar el último empujon para realizar ese viaje. A seguir disfrutando de todo 😉.